Anabella Flores y la misión de impedir goles

La arquera ya piensa en el mundial de San Juan y sueña con jugarlo ante su gente.

Anabella Lucía Flores Diapolo, nacida hace 27 años, vivió de niña en casa de sus abuelos, en Villa Belgrano, Concepción. A los cinco años, se mudó al lugar donde reside actualmente, el barrio Fragata Sarmiento, en Chimbas. Sus recuerdos de niñez incluyen muchos amigos y horas de jugar en la calle; de esos amigos, menciona especialmente a Belén. Sus gustos, a la hora de jugar, eran los de una nena como tantas: le gustaba jugar con muñecas, en especial las Barbies, y para sus cumpleaños, siempre recibía alguna nueva que se sumaba a su colección.

Pero estaba latente su otra faceta, la de competir y ahí aparecían sus gustos por correr carreras de bicicletas en las calles cercanas a su casa y lo hacía con los chicos, con quienes también se divertía jugando al trompo o a las balitas y hasta al sóftbol, en un descampado cercano.

Los estudios primarios fueron en el Colegio San José, los secundarios en la Escuela de Comercio, de donde rescata pocas, pero buenas amigas, como Flor Castillo, Toli para ella y Gime Bazán. En su época de colegio, tenía en mente ser contadora o profesora de educación física, que es lo que anhelaba, por lo que, en 5° año, ya se inclinó por lo que más le atraía. Finalmente, cursó sus estudios terciarios en el ISEF, donde se recibió de profesora de Educación Física en 2015, rindiendo su última materia, Psicología del sujeto con discapacidad. Del instituto rescata haber compartido con un gran grupo humano, cuyos integrantes hoy son compañeros de trabajo o colegas.

A la hora de llevar en forma paralela estudio y deporte, no le costó cuando estaba en el profesorado porque comenzó en Primera de “grandecita”, dice ella; pero sí demoró el final de los estudios cuando tuvo la convocatoria a la selección en 2014, donde dejó de lado la residencia, retrasando un año el final de la carrera; también dejó de lado un par de veces las licenciaturas debido a sus compromisos con el hockey, de lo que no se arrepiente en absoluto.

Una vez que comenzó con el hockey, pasaba más horas en la casa de abuela Lola y allí hizo nuevos amigos y ese inicio, recuerda ella, se debió a que su hermano Diego iba a jugar a Concepción porque en el colegio tenía varios compañeros que practicaban esa disciplina. Entonces ella siguió sus pasos, utilizando los mismos elementos y debía usar hasta tres pares de medias porque la bota le quedaba grande. En esa primera etapa, fue su mamá Laura, la que la acompañaba y ayudaba a llevar el bolso, que en aquella época no tenía rueditas y era pesado; caminaban las seis cuadras hasta el club cada día de entrenamiento. Esa compañía maternal fue en la época de infantiles, luego, cuando comenzó a competir, no le gustaba el trato de algunos padres o técnicos y -a partir de esa etapa- apareció su papá Abenamar, convirtiéndose, dice la arquera, en el fan número uno de ella, acompañándola en cada entrenamiento y hasta en su primer mundial en Chile. Momentos que nunca se olvidan, dice Anabella.

Allí arranca las prácticas con su compañera Micaela Ruiz; luego fueron quedando por el camino algunos amigos y hasta su hermano, que abandonaron, pero ella estaba encantada con ese deporte y siguió adelante en el club de la Villa Mallea hasta que llegó el debut en primera a los 20 años, en 2013 y fue con un 1-1 ante Estudiantil, jugando de local.

Su experiencia con la selección argentina comienza en 2016, aunque en 2010 ya había sido invitada a integrar el plantel; en 2014 fue su primera convocatoria a la preselección, cuando Argentina fue campeón en Francia y su primera participación fue en el mundial de Iquique, Chile en 2016.

Anabella cuenta que no siempre fue arquera; en sus comienzos era jugadora de campo, en la zona defensiva y que, al empezar a atajar, jugaba un tiempo en cada puesto, hasta que, a los diez años, el técnico le dijo que debía elegir y fue una gran decisión la que tomó, permitiendo contar en la actualidad con la mejor arquera del país.

A la hora de hablar sobre logros y alegrías con el hockey, tiene muy presente el título de campeonas del mundo a nivel clubes, logrado en nuestra provincia en diciembre de 2018, cuando derrotaron, en el Aldo Cantoni, al Gijón, de España por 4-2. A nivel de selección, su mayor satisfacción fue ganar el Panamericano jugado en Colombia, también en 2018, al que califica como un excelente año.

Entre sus anécdotas más recordadas está la del campeonato sudamericano de Brasil de 2015, con Concepción, donde viajaron sin Luchi Agudo, sin arquera suplente ni técnico, durmiendo incómodas, sufriendo con la comida, donde nadie daba nada por ellas y respondieron trayendo el campeonato para San Juan. Una experiencia única e inolvidable.

Del plantel de Concepción, muchas veces se habla de los años que las chicas han pasado juntas y sobre la relación entre ellas, Anabella dice que -como en todo grupo- hay amigas y hay compañeras, con afinidad con algunas, con buena relación con todas y con su mejor amiga en el equipo, Pamela Burgoa. Prefiere compararlo a la familia, donde más allá de esa relación, siempre va a estar y para ella, eso es la familia, eso es Concepción.

Cree que los demás la ven como una chica complicada, se sabe con carácter fuerte, pero no negocia el tratar de ser una buena persona, con ética y actuar con profesionalidad. Siente que, a veces, es demasiado correcta y que eso no siempre cae bien.

El presente que vivimos todos no es una excepción para ella, por las restricciones impuestas; de todos modos, hay varios proyectos encaminados. Uno de ellos es Vento, el gimnasio que lleva adelante con su socia Mirna Molina, que siempre la bancó con sus cosas del deporte. Otra de sus ocupaciones es la clínica de arqueros, junto a Pablo Gómez, Facundo Romo y Agustín Gueglio. Por otra parte, desde hace tres años, se desempeña en el Centro Polivalente de Arte, dictando Anatomía y Fisiología. Relacionado con su tarea en la cancha, trabaja para la Confederación Argentina de Patín y la Federación Sanjuanina de Patín, con la materia Iniciación a la portería, en la capacitación para técnicos nacionales.

Entre las cosas que se puede imaginar que un jugador quiere, es desempeñarse en Europa, sin embargo, para ella no es una prioridad, ya que ese plan se “pinchó” varias veces y dice que no es un sueño para ella y que, si llega, será bueno, pero hay proyectos en su San Juan que son los que la ocupan ahora.

En lo deportivo, no quiere perderse el próximo mundial. A pesar de sus 27 años, dice que no es tan joven, que cada vez queda menos tiempo en la selección y que quiere disfrutarlo. “No me gustaría que me quede colgado el mundial; ese es mi anhelo; ojalá lo pueda cumplir en 2021 o cuando se juegue. Entrenaré de cabeza para ser campeona. Si quedo o no, eso vendrá solo, pero siempre hay que entrenar para ser campeón”, dice la cepeciana.

Se define como una chica con iniciativa, que va para adelante, que nunca se rinde, que puede equivocarse y chocar con algunas paredes, pero que se esmera en ser mejor persona cada día.

Modificado por última vez en Martes, 02 Junio 2020 17:10