La contención emocional, clave para enfrentar el COVID

El Servicio de Psiquiatría reformuló su actividad para enfrentar la pandemia.

La contención emocional, clave para enfrentar el COVID Prensa Hospital Rawson

Dentro del cambiante y duro transcurso de la pandemia de COVID-19, uno de los puntos salientes, destacado por los mismos servicios críticos más involucrados en la atención de pacientes, fue la decisiva intervención del Servicio de Psiquiatría del Hospital Rawson, clave para brindar sostén emocional a personal, pacientes y familiares.

El Servicio de Psiquiatría, lejos de resentir su atención ante la falta de pacientes, reformuló su actividad para volcarse a contener al personal de salud, en una crisis inicial por el desafío inédito que implicaba actuar en una pandemia de alcances desconocidos.

Para conocer los entretelones de esta acción decisiva, consultamos a la jefa del Servicio, Dra. Bárbara Castro y a varias de las profesionales del sector acerca de cómo se fue gestando el cambio y las sensaciones que fue dejando el trabajar codo a codo con el personal involucrado, integrándose a la primera línea del combate ante el COVID.

Organizarse en un panorama nuevo

Con poco tiempo para organizarse y actuar ante una demanda urgente, la planificación fue rápida y cambiante: “Primero pensamos específicamente el proyecto, pensando los objetivos de un abordaje solamente para el personal, basado en la escucha y contención. Luego se incorporó el proyecto al Plan de Contingencia y se fue haciendo más amplio, con la escucha telefónica del paciente”.

“Primero hubo que organizar internamente el servicio, enfrentarnos con nuestros miedos y debilidades, sabíamos que debíamos estar en la primera línea, mano a mano con todos los que estaban en la atención de COVID, principalmente con la escucha activa con Urgencias adultos y pediátrica, las terapias intensivas, Clínica Médica, Enfermería, Infectología y camilleros, básicamente tratando de disminuir los niveles de angustia, lo cual era muy particular con cada persona y sus familias, porque hay casos de familias que trabajan todas en el Hospital y otras donde su pareja no trabaja en el hospital y les pedían que renunciaran, o llegaban a sus casas y los rociaban con lavandina, situaciones muy complejas”.

Para ello se armaron dos líneas de trabajo: “Para la escucha activa con el personal armamos dos equipos para alternarnos y atenuar las consecuencias de un posible contagio. Y otra línea fue el trabajo vía teléfono con las personas que estuviesen en aislamiento, ya sea con sospecha de contagio o con un resultado positivo de Covid. También se hacía seguimiento con quienes tenían aislamiento domiciliario. También esto era una nueva experiencia porque por teléfono uno no tiene al paciente cara a cara y desaparece así un elemento muy importante como es leer la gestualidad del paciente”.

Los desafíos internos

“Es difícil trabajar con el miedo del otro cuando uno también lo tiene, es algo que se diferencia mucho del trabajo habitual que tenemos, porque nosotros teníamos el mismo miedo de contagiarnos, de contagiar a nuestras familias, de morirnos, era muy atípico”.

"Nos apoyamos mucho a la hora de buscar los focos de problemas en el personal de Infectología, a la hora de detectar los servicios donde surgían inquietudes, lo cual es un cambio en nuestra producción: uno siempre espera que el caso llegue y ahora salimos a buscarlo, vamos a buscar la angustia del otro”.

“Desde el punto de vista del personal de salud mental tuvimos que reinventarnos, rearmarnos, porque teníamos los mismos miedos que todos pero no podíamos salir a enfrentar la fragilidad de los demás con la fragilidad nuestra, es como si en un avión vemos al piloto en pánico y le pide a la tripulación que se mantenga tranquila, teníamos que equilibrarnos nosotros primero antes de salir a contener a los demás, ha sido un gran desafío para nosotros, trabajar nuestras propias angustias y mantenernos fuertes”.

La lucha contra el miedo generalizado

El comienzo fue muy difícil, había mucho desconocimiento, sobre todo desde el lado de la fantasía, todo lo que se veía por televisión de lo que estaba pasando en Europa y se pensaba que ya nos iba a pasar a nosotros; el miedo se acentuaba mucho sobre los elementos de protección personal, y hubo que trabajar mucho en poner el acento en los recursos que sí teníamos y no en las cosas que no podíamos controlar, acentuando la confianza en los recursos personales y en la experiencia que tenía cada uno, y hay gente con mucha experiencia, principalmente en Enfermería. La consigna que bajábamos era que el miedo iba a estar presente, que lo íbamos a tener y que ayuda o paraliza, había que aprovechar ese miedo para movilizarnos proactivamente, transformarlo en un elemento de protección”.

“También era difícil el hecho de la rotación de personal: todos querían trabajar junto con las personas que conocían de hace mucho tiempo y de pronto estaban con alguien a quien no conocían y había que trabajar en flexibilizar, en desestructurar”.

“Acentuamos la importancia de practicar, de protocolizar, en ver, aunque no tuviéramos pacientes sospechosos, en cómo actuaríamos si los tuviésemos, en ejercitar los procesos de vestirse y desvestirse, controlando uno al otro en el proceso de la colocación de los elementos de protección personal. Además fortalecimos la idea del trabajo en equipo, de que las medidas que cada uno toma aportan al conjunto: el médico depende también de lo que haga el personal de limpieza, de enfermería, etcétera, a la hora de evitar el contagio, si uno hace las cosas mal contagia al resto, si todos nos cuidamos el equipo de trabajo está a salvo”.

“Fue clave que el equipo de Salud Mental actuara como actuó, flexibilizarnos e involucrarnos plenamente, sabiendo que nos poníamos en riesgo y demostrarnos que podíamos tener otras acciones fuera de la habitual de sentarnos en el consultorio frente al paciente”.

“También con nuestro trabajo fue interesante ver cómo iba aumentando la demanda de otros sectores que no tienen un contacto directo con el paciente, como Lavandería, que también tenían sus miedos a la hora de manipular los elementos, o Limpieza, todos miedos muy lógicos y que por algo nos buscaban”.

“Además del miedo, hubo que trabajar mucho sobre la incertidumbre, sobre esta espera de que el virus ya nos iba a llegar y no llegaba. Hasta que llegó el primer caso y ya estábamos ante la posibilidad franca de contagio y con ello la angustia, el aislarse en la casa y demás. Ahora la angustia es otra, por ejemplo en la Terapia, la de ver morir gente que no tendría que morir ahí, personas ancianas en soledad absoluta, sabiendo que probablemente no es un caso Covid pero por protocolo debe estar ahí y esos casos al personal le afectan más que los casos de Covid, les genera angustia e impotencia, estamos trabajando mucho en eso. Son escenarios que no se habían planteado cuando comenzó la pandemia. El panorama va cambiando permanentemente y no sabemos contra qué estaremos trabajando dentro de un mes”.

Una respuesta positiva

“Nos ha sorprendido mucho la recepción, médicos de servicios críticos que nunca habían aceptado trabajar con nosotros y ahora nos demandaban, nos agradecían, nos pedían que volvamos, no querían sentirse solos en esta lucha, porque además ellos imaginaban un escenario mucho más violento y traumático, lo cual les generaba una angustia enorme. Fue muy bueno lo que pasó en ese sentido: el médico generalmente tiene un modelo de autoridad digamos que paternalista y esto cambió la óptica respecto de la necesidad de trabajar en equipo, el hecho de saber que todos podían contagiarse y de pronto otro tenía que tomar la posta de mando, para lo cual hay que adiestrarlo. En eso hubo una gran colaboración de los médicos”.

“La reacción inicial fue el miedo, y es comprensible y lógico que ocurra, para esto había que esperar y dar tiempo, y los resultados se vieron, porque hubo personal que pidió licencia y después volvió, porque desapareció el miedo y recuperaron su necesidad de aportar a la situación. Todo esto nos puso en un lugar distinto, inclusive a quienes están acostumbrados a convivir con la muerte porque trabajan en sectores críticos, porque en esta pandemia muere un paciente y uno puede contagiarse y llevarlo a la casa, o porque hay pacientes que mueren solos en una cama y eso conlleva que quien se hace cargo emocionalmente es el médico y no el familiar, a todos nos puso en un lugar distinto a la hora de cómo enfrentamos la vida y la muerte”.

Un cambio de roles atípico

“En situaciones normales uno ocupa distintos lugares en la categorías de los damnificados, primero el paciente, luego el familiar, después el médico, y ahora estábamos todos ocupando el mismo lugar, porque todos podemos enfermarnos y ocupar el mismo rol a la vez, hoy sos personal de salud y mañana podés ser el enfermo, es una situación totalmente atípica, todos ocupamos potencialmente cualquier situación, lo cual obliga a ser flexible y creativo para enfrentarlo”.

“Fue muy interesante la encuesta que realizamos al mes y medio de iniciada la pandemia. Había respuestas coincidentes a la hora de manifestar el miedo, la incertidumbre, la angustia, el temor de contagiar a la familia, pero a la pregunta de si en algún momento habían pensado en consultar a un profesional de salud mental para afrontar estos sentimientos la respuesta unánime era no. Pero después del trabajo en grupo que hicimos ya estaban absolutamente conformes y dispuestos a seguir manteniendo esos grupos porque se sentían muy contenidos, eso es muy importante para nosotros, nos hemos sentido mucho más valorados y comprendidos en el trabajo que hacemos. Nos ha reconfortado mucho que nos reconozcan y también en trabajar en la salud mental de enlace, en la parte saludable en sí de la emergencia, trabajar con nuestros pares fue realmente un desafío, un romper con los esquemas”.

Punto clave: capacitarse y reaprender

“Tuvimos que refrescar muchos conocimientos, estudiar, investigar para trabajar en esta situación inédita, también profundizar en conflictos internos que ya existían desde antes en cada servicio, que no tenían que ver con el COVID-19 pero la pandemia los sacaba a flote y los exacerbaba, entonces teníamos que tener cintura para no inmiscuirnos en esos conflictos y ayudar a que no nos sacaran del foco de solucionar el problema actual”.

El desastre del desastre

“Como todo personal de salud hemos tenido que enfrentarnos al miedo de la sociedad, al miedo de quienes cuidan nuestros hijos cuando estamos trabajando, a mamás que no dejaban a sus niños jugar con los nuestros, es durísimo. Y a nosotros también nos daba miedo hacer lo que hacían los demás, cuando autorizaron las reuniones sociales a uno le daba miedo, porque si de pronto comienza la circulación viral y alguien se contagia, nos van a señalar con el dedo a nosotros porque somos personal de salud, es como que para la sociedad nosotros somos el vehículo del Covid. Había que trabajar eso, es una situación que marcan los libros, el desastre del desastre”.

Perder el miedo al error

“En lo que más se ha trabajado es en los recursos, no solamente en los recursos emocionales internos, que uno ya los tiene, que utilizó para salir adelante en otras situaciones difíciles, sino trabajar en los recursos técnicos que cada uno tiene. Había que trabajar entonces en reforzar esos recursos técnicos, en reflotarlos, confiar en eso porque de pronto la gente había dejado de confiar en sí misma, dejó de saber todo lo que siempre supo, había que salir del miedo al error, el mensaje imperante era “¡No error!” y había que desmitificarlo, errores van a haber, en la medida en que uno se focaliza más en no cometer errores es cuando más se cometen”.

Los momentos más críticos

“La aparición del primer caso positivo pensábamos que iba a ser un momento crítico y fue al revés: fue como romper con la incertidumbre, el decir “¡por fin apareció!, ya está acá, ya lo conozco”, fue una gran descompresión”.

“Hubo momentos en determinados casos que nos dejó a todos descolocados, sin saber qué esperar, que era cierto y que no, sobre todo en las áreas Covid, se sintieron muy expuestos, señalados, estigmatizados, era como que nada había servido de todo lo que se había hecho, hubo mucha confusión, desesperanza. Tuvimos que trabajar mucho para levantar eso, sobre todo con los residentes, con los médicos jóvenes”.

El panorama actual y su imprevisible futuro

“La pandemia se ha hecho larga y eso cansa, todos están cansados, el panorama de lo que viene también genera ansiedad, algún día quizás tengamos circulación viral y será otra la situación y habrá otra demanda de angustia, de miedo, porque todo sigue siendo nuevo, pero es imposible saberlo, no sabemos si va a pasar, ni cuando, ni cuantos afectados tendremos, desgasta lo dinámico que es todo”.

“Nosotros nos abocamos en todo este tiempo a la contención del personal, a la pandemia en sí. Ahora nos encontramos con el rebote de todo, con los pacientes que dejaron de venir porque tenían miedo, con los que dejaron de tomar su medicación, tenemos que estar reprogramando todo el tiempo y eso también es desgastante, porque a la vez tenemos que mirar el futuro, el panorama que habrá si tenemos circulación viral, todo va semana a semana, no podemos trabajar anticipadamente casi en nada, trabajar con mucha anticipación en esto termina siendo casi angustiante. Tenemos que mantenernos flexibles y mantener la estabilidad en esa flexibilización, que no es fácil, tratando de no perder el eje, que es el mantener la institución saludable ante lo interno y también ante lo externo que pueda golpearnos”.

“Hoy lo que vemos por parte del personal de salud es mucha preocupación por el posible relajamiento de la comunidad porque es muy grande el esfuerzo que se está haciendo y esto puede ser muy riesgoso si en algún momento tenemos circulación viral. La mayoría del personal todavía no sale de su casa, le cuesta salirse de todo esto, hemos hecho como una burbuja y ven con preocupación que están subiendo los ingresos por siniestros de tránsito, por agresiones, consumo de alcohol, son signos de relajamiento”.

Modificado por última vez en Sábado, 01 Agosto 2020 14:32