La otra cara de la pandemia: estigma, discriminación y rechazo

La situación de pandemia supone un evento crítico que modifica la vida cotidiana de las personas, como los modos de organización y respuesta de los sistemas sanitarios y sociales en su conjunto.

La Licenciada en Psicología Laura Noguera, perteneciente a la Zona Sanitaria IV, analiza la crítica situación que pueden atravesar los posibles pacientes y personal de salud, estigmatizados y discriminados a partir de la pandemia de COVID-19. Este informe se realizó bajo la supervisión de la Referente de Salud Mental de la zona, Carina Ruggeri y de la jefa de División Psicología, Cecilia Túriz.

La mayoría de los problemas que la pandemia genera son similares a los de otras situaciones de emergencia. Sin embargo, el temor y el estigma social son particularmente probables en estas situaciones. La respuesta, frecuentemente, puede interrumpir normas, costumbres y sistemas de apoyo sociales habituales.

Una situación paralela a la peligrosidad del COVID-19 es la discriminación que recibe la población diagnosticada, sus familias, los casos sospechosos y el personal de salud.

Este escenario ya se manifestó en momentos históricos similares: las grandes pestes de la edad media y moderna, y más recientemente el HIV y la gripe N1H1.

Pero si bien hablamos de “conductas humanas”, esto puede convertirse en parte de la pandemia y traer consecuencias muy graves, no solo a nivel social, económico y cultural, sino también sobre la salud de la población y la efectividad de las medidas de protección.

El temor y la angustia frente a la posibilidad de ser discriminado suele llevar a la persona a no recurrir a los sistemas de salud e incluso ocultar sus síntomas, retardando la intervención médica, poniéndose en riesgo a sí mismo y la de su entorno, y vulnerando una de las estrategias fundamentales en esta etapa: la detección precoz.

En el caso de personas que fueron diagnosticadas con COVID-19 y sus familias han sufrido y padecido lo propio de la enfermedad junto al maltrato, el rechazo y las agresiones de otros, a veces vecinos, conocidos, hemos observado actos concretos donde han dañado sus casas, autos y han agredido verbalmente y en redes sociales a cada persona que tuvo que transitar por la enfermedad. Otro tanto está enfrentando el personal de salud.

A raíz de lo expuesto se puede inferir que las respuestas que las poblaciones tienen frente a la enfermedad suelen estar determinadas por la medida de lo imprevisible y del riego de contagio percibido.

En esta ocasión las características del COVID-19 y sus consecuencias en el mundo han llevado a desarrollar respuestas basadas en el temor y el alto riesgo, contribuyendo al rechazo social.

Sumado a esto, el conocimiento del lugar de inicio, la saturación de datos provenientes de otras regiones, favorecen la creencia de que esto “pertenece a otro lugar”. Culpar a un otro por las epidemias es un lugar común a lo largo de la historia.

Podemos tener una comprensión del desarrollo de ciertas reacciones sociales a las cuales es necesario redirigir a formas saludables de vincularnos. Tan dañino puede ser un virus como una pauta arraigada de conducta estigmatizadora. Necesitamos construir un distanciamiento físico desde la amabilidad y el cuidado en lugar de simplemente desarrollar el miedo a la infección por COVID-19.

Se puede adoptar un distanciamiento físico no estigmatizante, a partir de varias herramientas:

  • En primer lugar, informarse por medios oficiales, chequear la información que se recibe y envía por redes sociales. La información incorrecta o la falta de información es una de las principales causas de temor, el miedo irracional conduce a conductas irracionales de protección.

  • Estar bien informados permite saber cómo protegerse en todo momento, usando los elementos apropiados o la conducta social permitida. Mantener dos metros de distancia se logra sin necesidad de discriminar o maltratar al otro.

  • Las pautas de protección evidencian que los virus infectan a todos los humanos: cuando ocurre un brote, todos están en riesgo, y todos y cada uno es responsable de su prevención, independientemente de quiénes son o de dónde.

  • La calidad de la salud de la comunidad también viene dada por la calidad humana de las conductas de sus miembros. Cada persona construye el clima emocional de la sociedad. Fomentar un trato humano y considerado hacia el otro posibilita ser proactivos en esta situación de emergencia.

  • Es imprescindible y necesario preservar la identidad e intimidad de los afectados, evitando divulgar información personal de manera tendenciosa. Tratar con respeto, ofrecer contención y apoyo desde la empatía, es la vía de colaboración en esta situación.

No se está en una lucha ni en una guerra, solo se necesita encontrar el equilibrio entre cuidarse a uno mismo y al otro para hacer efectivas las medidas de protección.

Modificado por última vez en Lunes, 27 Abril 2020 13:11