Yiyo Leal, el de los goles inolvidables para San Martín

Un breve repaso por la vida del delantero sanjuanino que brilló en años en que nuestro fútbol dio grandes jugadores.

Reconoce que, si alguien lo llama por su nombre, difícilmente responde y es que desde muy pequeño su apodo, “Yiyo”, pasó a reemplazar a Néstor y -al día de hoy- sigue siendo del mismo modo. Todo debido al querido Topo Gigio, aquel adorable ratoncito que veíamos años atrás por la tele desde fines de la década del '60.

Néstor Leal nació en el departamento San Martín, donde su papá, Segundo, trabajaba en la finca de Paviolo y donde la mamá, María Olga, se encargaba de su casa; posteriormente se mudaron a Alto de Sierra, donde pasó su infancia y de donde guarda sus mejores recuerdos, tanto de momentos vividos, como de sus amigos, con quienes iba a la escuela, regresando cada día a San Martín. Luego siguió en la Escuela Cortínez, más cercana a su casa. De aquella época recuerda los partidos jugando a la pelota en las calles de tierra hasta los torneos nocturnos, que se los tomaba con tanta seriedad y que -de algún modo- significaron para él su ingreso al mundo del fútbol de la mano de los “cebollitas”.

Cuenta que su llegada a San Martín se dio por casualidad, ya que el padre de su amigo Cristian lo llevaba al club y le pidió a Yiyo que lo acompañara para que no estuviera tan solo, lo que le pareció una buena idea porque, en definitiva, se trataba de jugar al fútbol que era lo que más le gustaba. Corría el año 1981 cuando apareció por Concepción para jugar en la Octava División, con el Rogelio Mallea y Juan José Chica como profesores. Su puesto, en los comienzos, era de volante por la derecha, aunque dice que le gustaba jugar arriba y hacer goles.

Recuerda su debut en primera a los 16 años, de la mano de Pedrín Olivera, en el torneo local frente a Alianza, equipo del que recuerda haber enfrentado en esos años a jugadores que luego serían compañeros, como Piozzi, Vargas, Dillon y Brunetto, entre otros. Luego, Rodríguez Nieto, llega como DT y trae varios jugadores, por lo que volvió a la Cuarta División. Más adelante, aparece Masalis y él es quien le comunica que lo haría jugar como delantero, por su condiciones y características. En 1987 fue el goleador del club, lo que le marcó que estaba por el buen camino.

De los entrenadores que pasaron por su carrera deportiva, recuerda especialmente a Alberto Tardivo, quien con su forma tan directa de relacionarse con los jugadores llamó mucho la atención de todos, lo que al principio resultó bastante incómodo para ellos, pero al que fueron comprendiendo y terminaron siendo incondicionales con él.

Hablando de técnicos, no cree mucho en aquellos que sobresalen por una arenga muy fuerte antes de salir a jugar, piensa que no es suficiente con eso, ya que en la cancha el jugador necesita poner en práctica lo ensayado durante la semana, la táctica, el esfuerzo.

Cuando se refiere a la actualidad de San Martín, siente que le gustaría ver a más jugadores que sean del club, que tengan sentido de pertenencia con el Verdinegro, aunque también entiende que a los chicos les hace falta más sacrificio y compromiso con su carrera y con el club; en definitiva, no “creérselas”.

Papá de cinco mujeres: Zoe, las mellizas Morena y Selena, Sol, que ya le dio la alegría de convertirse en abuelo, con Tomy y Luz, y María Pía, quien se recibió como profesora de Biología.

Dice no tener vocación para ser director técnico, para lo cual hay que tener una serie de cualidades muy importantes y que no alcanza con haber sido jugador. Hoy su trabajo transcurre en Patrimonio de la Secretaría de Deportes y siente un gran agradecimiento por el cariño que recibe constantemente por parte de la gente, especialmente por el hincha verdinegro que recordará siempre sus piques, sus enganches y sus goles.

En el inconsciente del hincha quedará por siempre su gol en 1991 para que San Martín ascendiera al Nacional B o aquel otro, que llegó luego del pase en diagonal que le dio Ariel Moyano y que quedó picando ante el arquero de Cipolletti de Río Negro, que le movía los brazos tratando de distraerlo y quitarle ángulo, hasta que se animó a picarla para que -lentamente- se convirtiera en la victoria 3-2 y que le permitía a todo el Pueblo Viejo festejar el regreso a la Primera B Nacional; fue el 9 de julio de 1995.

Modificado por última vez en Jueves, 28 Mayo 2020 17:22