"La revolución tecnológica del conocimiento es muy acelerada y antes de que nos demos cuenta se infiltra en nuestras vidas de forma masiva"

Así lo afirmó el Dr. Agustín Ibañez, al ser entrevistado por la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno de la provincia de San Juan en el marco de la jornada que se realizará el día miércoles 15 de noviembre en el Centro de Convenciones de 09 a 14 horas denominada "Debate entre Ciencia, Tecnología y Sociedad". Agustín Ibañez es Director en el Instituto de Neurociencia y Cognitiva Traslacional (INCYT: CONICET, FAVALORO, INECO).

  • Lunes, 13 Noviembre 2017 15:45
  • Escrito por Karina Sánchez

- ¿Por qué considera que es necesario que se abra un debate entre Ciencia, Tecnología y Sociedad?

Hoy más que nunca en la historia de la humanidad, la ciencia y la tecnología parecieran impactar profundamente en nuestra sociedad. El vértigo de este avance hace difícil comprender, dirigir y controlar este progreso. No está claro si el impacto de esta nueva revolución represente un salto cualitativo en la historia de la humanidad. En San Juan, discutiremos junto a científicos, periodistas científicos, e innovadores esta problemática. El evento contará con presentaciones breves en el campo de la neurociencia, la genética, la innovación tecnológica-cultural, y el periodismo científico para generar un debate entre presentadores y público.

- ¿Cómo impactan las transformaciones que se producen en la ciencia y en la tecnología en nuestra sociedad?

La resolución tecnológica del conocimiento es muy acelerada y antes de que nos demos cuenta se infiltra en nuestras vidas de forma masiva. La explosión de la economía digital, el uso de dispositivos tecnológicos en la vida cotidiana, el multitasking de los nativos digitales, la innovación basada en conocimiento y el cambio cultural asociado, el desarrollo de métodos de estimulación cerebral, o la manipulación genética, son sólo algunos ejemplos de ello. Las tecnologías se entrometen de forma espontánea en nuestra cotidianidad hasta volverse una especie de mente extendida. Andy Clark, un gran neurocientífico, ha propuesto que si nuestro cerebro tiene la plasticidad que creemos y si la tecnología sigue avanzando como hasta ahora, la mente se extenderá de forma insospechada (en el tiempo y el espacio, en su capacidad de almacenamiento y acción). Como una metáfora de ello, ya hay personas que se han implantado chips en el cerebro y otras partes del cuerpo para mejorar su desempeño en tareas cognitivas, acoplarse con robots y manipular dispositivos con la mente. El cyborg que imaginaron Edward Neumeier y Michael Miner en Robocop acaso sea más plausible y mucho más humano de lo que pensábamos en 1987, al estrenarse la película. Ciertamente, desde el punto de los alcances cognitivos las tecnología incrementan notablemente el alcance de nuestros procesos mentales hasta límites insospechados (ej., con la tecnología podemos recordar, saber, conocer, comunicar, e interaccionar mucho más que sin ella).

La tecnología está revolucionando muchos de nuestros procesos mentales. Hace 50 años vivíamos en un mundo donde las distancias eran grandes y los aparatos cotidianos no podían desnudar nuestro mundo interno. Hoy la revolución tecnológica está tomando por asalto a la sociedad en su conjunto: No solo las instituciones sociales como el marketing, la ley, la educación o la política, sino radicalmente las esferas más íntimas de nuestra personalidad, nuestros deseos y preferencias políticas; y por supuesto nuestra cognición. De a poco, esta revolución cada vez más compleja va filtrándose en todos los ámbitos de nuestras experiencia sin que nos demos demasiado cuenta. Y si tiene dudas, échele un vistazo a su sobrino multitasker, que mientras lee el correo, postea fotos, recibe likes por sus ideas, escucha música, discute con la novia y manda mensajes por WhatsApp.

No se trata de desacreditar el valor de la tecnología, sino más bien pensar sus cambios y también algunas de sus consecuencias no deseadas. Sabemos que el multitasking digital involucra una continua interrupción de la atención sostenida, lo cual podría ser perjudicial para la consolidación del conocimiento. Las relaciones humanas y los vínculos afectivos son cruciales para el aprendizaje y la maduración de múltiples destrezas cognitivas. En algunas circunstancias, las mismas tecnologías que nos acercan el conocimiento del otro lado del globo, podría aislarnos de nuestro entorno inmediato. En otros ámbitos, las redes que permiten el intercambio de información y comercio entre empresas en todo el mundo, son las mismas que generan gastos millonarios por la interrupción de actividades laborales de los trabajadores mediante las redes sociales. Y ni hablar del analfabetismo digital cada vez más frecuente: aquellos que no puedan amplificar su mente con las tecnológicas cotidianas tendrán no solo un modo cognitivo de desenvolverse en el mundo diferente, sino un gran conjunto de limitaciones respecto a los individuos con acceso a dichas tecnologías. Imagínese que pasaría si en este momento Ud. no tiene acceso a su teléfono celular e internet por solo 5 días: perdería memoria, cognición social, comunicación, ubicación espacial, y algunas de sus experiencias más queridas (sus imágenes, videos y recuerdos más queridos). Pero ahora imagine en ciertas circunstancias un sector de la sociedad no pudiera acceder nunca a ello

- ¿Qué son las neurociencias y para qué nos sirven?

Las neurociencias cognitivas son una de las empresas científicas más desafiantes de los últimos tiempos, que buscan entender no solo el funcionamiento del cerebro, el órgano más complejo que la naturaleza haya diseñado, sino la comprensión de los procesos mentales.

- ¿Todos tenemos la capacidad de que nuestro cerebro se anticipe a lo que va a ocurrir? ¿Cómo se logra el entrenamiento?

Ciertamente nuestros cerebros están continuamente anticipando lo que va a suceder. Usamos la experiencia previa para imaginar el futuro.

Pero el futuro pareciera volverse más impredecible, sobre todo porque nuestra mente está cambiando. Hoy más que nunca en la historia de la humanidad, la ciencia y la tecnología parecieran impactar profundamente no solo en nuestra sociedad, sino en lo más íntimo de nuestro mundo mental. La explosión de la economía digital, el uso de dispositivos tecnológicos en la vida cotidiana, el multitasking de los nativos digitales, la innovación basada en conocimiento y el cambio cultural asociado, el desarrollo de métodos de estimulación cerebral, o la manipulación genética, son sólo algunos ejemplos de ello. El vértigo de este avance hace difícil comprender, dirigir y controlar este progreso. No está claro si el impacto de esta nueva revolución represente un salto cualitativo en la historia de la humanidad. Sin embargo, debemos adelantarnos a este futuro próximo, y un arma tenemos. Antes que los celulares estuvieron los telégrafos. Antes que los autos estuvieron las carretas. Antes que el futuro tecnológico están las especulaciones presentes sobre la tecnología, la mente y la sociedad, reflexiones más o menos sistemáticas sobre el tema con postulados que oscilan entre lo científico, lo filosófico y lo ético. Nunca hay que suspender el juicio crítico en simultaneo con la apertura mental. Solo así seremos capaces de anticipar y transformar el tipo de tecnología que queremos.

- ¿Hay ejercicios mentales para mejorar la inteligencia? ¿Cuáles son?

Aprender es algo que nuestro cerebro hace desde milenios, sin embargo, lo vino haciendo mediante un conjunto de acciones formales y controladas para guiar dicho proceso: el aprendizaje mediante la atención sostenida y el aprendizaje mediante la educación escolar. Ambos parecen estar mutando con la revolución tecnológica. Respecto al primero, la atención tiende a reducirse, interrumpirse mientras los canales de información se multiplican. Respecto a la educación, presenciamos un cambio sin precedentes: ya no hay lugar para acumular conocimiento (la red lo hace por nosotros), los docentes ya no son sus poseedores, y lo encontramos más allá de las paredes de las escuelas. Más aun, el uso de la memoria se vuelve innecesario cuando contamos con memorias extendidas en internet, y el aprendizaje puede ocurrir a distancias espaciotemporales insospechadas.

La memoria y su principal compinche, el olvido, son procesos activos y reconstructivos. En mi caso, con suerte recuerdo un puñado de números telefónicos, solo algunas de las actividades que deberé desarrollar en la semana, y se muy poco de la ciudad que visitaré el próximo fin de semana. Pero todo ello no es un problema, porque mi celular y la red, a través de mis contactos, mi agenda, y varios asistentes digitales se encargan de todo. Ello es maravilloso siempre y cuando mi mente se mantenga activa, no dejando de ejercitar la memoria, la planificación espaciotemporal y la organización cognitiva de mis actividades. Todos los procesos cognitivos están sometidas a una especie de regla Darwiniana: la función que no trabaja se deteriora. Si ello ocurre, entonces la tecnología podría estar reduciendo mis capacidades cognitivas. Este es un riesgo que no debemos desestimar. Se ha sugerido que nuestro cerebro pondría en marcha procesos de neurogénesis y plasticidad cerebral ante la realización sostenida de tareas que nos sacan de nuestras zonas de confort, como escribir con la mano no dominante, correr con los ojos cerrados o estudiar lenguas extranjeras. Los efectos de las tecnológicas podrían ser negativos si nos estuviera volviendo más holgazanes. Tal vez no exista tal problema, en tanto y en cuanto nuestros procesos mentales se mantengan activos, aunque cambien los procesos. Pero incluso en ese escenario, inevitablemente pasamos a ser altamente dependientes de la tecnología cada vez más.

- ¿Qué pesa más los genes o la experiencia?

Hoy en día tenemos una visión integrada de ambiente y genética, no debemos pensarlos como antinomias: la epigenética por ejemplo es una disciplina que muestra como las experiencias pueden impactar en nuestro bagaje genético, facilitando o reduciendo la expresión genética.

- Por último ¿Vamos a poder manejar nuestro cerebro?

Pues nosotros somos nuestro cuerpo y nuestro cerebro. Si te referís a que si podemos producir cambios neurocognitivos intencionalmente la respuesta es un sí rotundo: cuando practicas un instrumento intensivamente, cuando estudias muchas horas, cuando aprendes a autorregular tus emociones, o cuando desarrollas vínculos duraderos, ciertamente, estamos modificando nuestros procesos cognitivos, tanto como nuestra estructura y función cerebral. Son solo un mismo fenómeno mirado desde diferentes perspectivas.

Modificado por última vez en Martes, 14 Noviembre 2017 09:09